Mi experiencia en el Valle de la Vera.
Fue en Abril de 2011 cuando me instalé a vivir en una finca del Valle de la Vera, más concretamente, en un secadero, rodeado de dos hectáreas de terreno, situado en el término municipal de Villanueva de la Vera, a 5 km del pueblo, en una zona denominada “Aldea Tudal”, que en su tiempo, y no hace mucho de ello, llegó a ser un municipio autónomo.
La idea original era cultivar una huerta siguiendo todas las normas ecológicas posibles, es decir, utilizando el conocimiento de la agricultura de toda la vida, hasta que llegaron las corporaciones químicoagrarias y transgénicas a pretender controlarlo todo desde una óptica dehumanizada y desnaturalizada. Otro de los motivos era el comenzar a cultivar cáñamo, y tener experiencia directa de sus aplicaciones, entre otras, textiles y alimemtarias.
En ese momento éramos cuatro amigos los que alquilamos la finca, y en Mayo ya estábamos metidos con las huertas y con el cultivo del cáñamo. Recién llegados, y con algunos conocimientos y pequeñas experiencias hortícolas de años anteriores, nos encontrábamos en una finca con los medios más que justos, económicos y materiales, y con esas limitaciones pudimos dearrollar un primer ciclo de cultivos, en el que lo más gratificante fue la experiencia que adquirimos, aparte de algunos resultados como la generosa cosecha de hortalizas que tuvimos. Gran parte de esa experiencia vital se centra en la alimentación. Cuando uno empieza a nutrirse de productos cultivados por uno mismo, con dedicación y cuidado, y los tomates, calabacines, pimientos y demás hortalizas de verano provienen directamente de la huerta, y el pan que se consume es manufacturado por unos vecinos que además tienen gallinas alimentadas ecológicamente y en libertad, entonces uno se da cuenta de lo que se gana en salud, y determinadas pseudonecesidades generadas en las grandes ciudades, comienzan a diluirse.
Por otro lado, el vivir con el horario del sol, añadido a los parajes paradisíacos cercanos, convirtió ese primer año en una muy gratificante experiencia, y aunque no hubo resultados con el cultivo del cáñamo, ya que la cosecha se secó por exceso de calor y falta de recursos, el verdadero aprendizaje fue reforzar aquellos conocimientos previos que ya teníamos, y al darnos cuenta de las limitaciones y de ser casi primerizos, ya había claras referencias para poder afrontar un nuevo año con renovados proyectos.
Villanueva de la Vera es un pueblo muy especial, en el que uno poco a poco va conociendo a cada persona, tanto nativos, como llegados, un lugar donde las interacciones entre personas se renuevan cada día, y constantemente se generan creativos e integradores proyectos, un lugar donde la potencialidad para reinventarse se da como en pocos, debido probablemente a la gran cantidad de personas, muy heterogéneas, y por tanto, complementarias, que por un motivo u otro han, hemos sentido una especia de llamada que nos ha hecho converger allí, además de que en el pueblo hay muchas personas con mentalidad abierta y renovadora, y por tanto se producen muchas relaciones de colaboración, casi de una forma espontánea.
Este primer año de 2011 concluyó con el fin del primer ciclo, con varias visitas de amigos que al conocer el lugar y la zona, decidieron también trasladarse a vivir, y como ocurre siempre, luego pasó de todo. El caso es que a finales de diciembre, sin resultados materiales, pero con un gran enriquecimiento humano, decidí seguir por la zona, y me trasladé temporalmente a un apartamento en el núcleo urbano, lo que hizo que interactuase durante esos primeros tres meses de 2012 con otras personas, y gestamos un renovado proyecto para intentar cultivar cáñamo ese año